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La causa más frecuente de los aneurismas de la aorta ascendente es la degeneración quística de la media y la aterosclerosis la de los aneurismas del cayado y de la aorta torácica descendente.
Los aneurismas de la aorta torácica se clasifican según la región que afectan: ascendente, descendente o cayado aórtico, por orden de frecuencia. Aparece de forma particularmente frecuente en el tramo que va del arco aórtico a la aorta ascendente.
Las manifestaciones clínicas de los aneurismas de la aorta torácica dependen de su localización y tamaño. Habitualmente son asintomáticos. Los síntomas aparecen cuando comprime otros órganos, se diseca o se rompe. La clínica depende de la compresión o erosión de los tejidos adyacentes: dolor torácicodorsal, disnea, tos, sibilancias o hemoptisis (por compresión o erosión traqueal o bronquial), disfonía (por compresión del nervio laríngeo recurrente izquierdo) o disfagia (por compresión esofágica), insuficiencia cardíaca congestiva (por insuficiencia aórtica), infarto de miocardio (por compresión de las arterias coronarias), congestión de la cabeza, cuello y brazos (síndrome de la vena cava superior, por compresión de la misma) o embolismos distales (por formación de trombos murales).
La complicación más grave suele ser la rotura del aneurisma, que puede provocar dolor intenso, hemoptisis o hematemesis (por rotura hacia bronquios o esófago), inestabilidad hemodinámica o muerte súbita.
El riesgo de rotura está relacionado con su tamaño y aumenta de forma importante en los aneurismas de aorta ascendente de más de 6 cm y en los de la aorta torácica descendente de más de 7 cm. Los aneurismas torácicos crecen aproximadamente entre 0,1 y 0,4 cm/año.
Ante un cuadro clínico de dolor torácico, la presencia de asimetría en el pulso o de déficit neurológico focal hace que la posibilidad de que el paciente sufra una disección torácica aguda sea alta.
A la inversa, una radiografía de tórax normal o la ausencia de dolor de inicio brusco hacen que la probabilidad de que se trate de una disección aórtica sea menor, aunque no debe ser la única prueba de imagen ante una sospecha de disección.
Los aneurismas de la aorta torácica constituyen un hallazgo radiológico casual frecuente (ensanchamiento mediastínico y desplazamiento o compresión de la tráquea o bronquio principal izquierdo en RX simple de tórax).
Ante la sospecha clínica, incluso si la radiografía de tórax es normal, no debe descartarse su existencia y debemos recurrir a otras pruebas diagnósticas.
La aortografía ha sido sustituida por técnicas diagnósticas de imagen menos invasivas, como la ecografía transesofágica, la tomografía computarizada (TC) y la resonancia magnética nuclear (RMN).
El TC y la resonancia magnética son pruebas sensibles para valorar los aneurismas de la aorta torácica, muy útiles para determinar su localización y tamaño.
La ecografía transesofágica permite revisar la aorta ascendente proximal y la aorta descendente.
La ecografía transtorácica únicamente evalúa la aorta ascendente.
La aortografía se reserva para el estudio preoperatorio, ya que proporciona información sobre la longitud del aneurisma y la afección de las ramas.
En los casos en los que no está indicada la intervención quirúrgica se debe realizar seguimiento mediante TC con contraste o resonancia magnética cada seis a doce meses para vigilar la expansión.
Los pacientes con sospecha de disección aórtica torácica requieren un diagnóstico temprano y exacto. Las tres técnicas de imagen son igualmente fiables para confirmar o excluir una disección aórtica.
En los casos con síndrome de Marfan se debe considerar la intervención quirúrgica en los aneurismas de aorta torácica de más de 5,5 cm.
En los aneurismas de aorta torácica descendente, ante el riesgo de rotura, la indicación de cirugía se establece en el momento del diagnóstico.