Es un trastorno neurológico que se manifiesta tras un período prolongado sentado o después de acostarse. El paciente presenta unas molestias en los miembros inferiores difíciles de describir que se alivian mediante el movimiento de las mismos, de ahí el término de “piernas inquietas”.
Otra de las manifestaciones de este síndrome es la intolerancia al calor en la cama, lo que obliga al paciente a destapar las piernas. Toda esta sintomatología altera el descanso nocturno con las consecuencias que esto tiene en las actividades cotidianas del paciente. Las extremidades superiores y el tronco rara vez se ven afectados.
Este síndrome puede aparecer a cualquier edad. Afecta al 5% de la población, existiendo antecedentes familiares en un 40-50% de los casos. No hay predominio de ningún género. La evolución de esta patología es impredecible, pudiendo empeorar la clínica con el paso de los años.
No sé conocen con exactitud los factores desencadenantes de este síndrome, pero en relación con su origen podemos clasificarlo en:
Se caracteriza por los siguientes síntomas:
Se basa fundamentalmente en la historia clínica y la exploración. La evaluación debe incluir además hemograma y bioquímica (función renal, ferritina, glucemia, ácido fólico, factor reumatoide) y eco-doppler venoso. Como prueba complementaria podría realizarse un polisomnograma nocturno aunque no suele ser necesario.
Hay que realizar un diagnóstico diferencial con:
Deben tratarse posibles estados carenciales (de hierro o magnesio), asegurar un buen descanso evitando factores como el alcohol, cafeína e incluso vasoconstrictores nasales antes de acostarse. Diferentes fármacos pueden completar el tratamiento:
Como pauta podríamos comenzar por la administración de opioides débiles o una benzodiazepina de manera ocasional.
En casos con sintomatología moderada y mala respuesta al primer escalón terapéutico, la levodopa sería la opción.
Si la respuesta a la levodopa fuera insuficiente, utilizaríamos pergolide.
Finalmente opioides de potencia elevada, bromocriptina, clonidina o gabapentina serían opciones terapéuticas en el caso de que fallaran los tratamientos previos.
En cualquier caso y según nuestra experiencia, los fármacos son siempre la última alternativa habida cuenta de los numerosos efectos secundarios de algunos de ellos.